Fue el inglés John Narborough -entre tantos navegantes portugueses, españoles y otros europeos-, quien en 17671 desembarcó en el sector norte del Estrecho de Magallanes, en un lugar que bautizó Sandy Point y que hoy se llama Punta Arenas.
Encontró lo que llamó tierra habitable, con muchos gansos salvajes, peces, bayas, apio silvestre, efectuándose además un encuentro con nativos con los que intercambiaron, entre otras cosas, carne de guanaco por chicherías, tabaco y otras cosas.
En 1843, efectuada la toma de posesión oficial del Estrecho por parte del gobierno de Chile, se creó el primer asentamiento permanente, en Fuerte Bulnes, el que se trasladaría posteriormente a Punta Arenas, habitada no sólo por soldados y colonos sino, posteriormente, por relegados, convertida la ciudad junto al Estrecho en una colonia penal.
Desde la capital se enviaban raciones alimenticias para los presos, consistentes principalmente en harina, charqui y papas, proveyéndose de productos locales en huertas en las que cosechaban papas, verduras, cebada, trigo y leguminosas. Para proveerse de carne, se criaban aves, vacunos, ovejas y cerdos y –aprendido de los tehuelches o aonikenk, una bebida de aguardientes con calafate, que llamaban huachacai. Desde el norte recibían ron y mistelas.
La cocina se enriquecía con productos que en base a trueque aportaban los nativos. Consistían en ánades, teros, guanacos, huemules, bandurrias, zorros, caturras, chingues, águilas, patos silvestres, cisnes, caranchos, avutardas.
EMIGRANTES
En 1873 comienzan a llegar los primeros emigrantes europeos, suizos, franceses, ingleses, españoles, portugueses. Algunos años después los croatas.
Cada uno de estos pueblos trajo sus costumbres populares y sus platos típicos, adaptándose a los productos regionales.
La crianza de ovejas se efectuó a nivel doméstico, pero en 1877, por iniciativa del gobernador Diego Dublé Almeyda y el apoyo del inmigrante británico Enrique Reynard, se introdujo el ovino en forma masiva. Las ovejas, traídas desde las islas Malvinas, dieron pie al desarrollo y crecimiento económico y social de la región. Gastronómicamente, fue el inicio del cordero asado al palo, con una técnica que ya usaban los tehuelches con vacunos en tierras argentinas.
La cocina regional se enriqueció con el aporte de los inmigrantes europeos:
Los ingleses aportaron la cultura del cordero en todas sus formas, el chutney (salsa picante de frutas y especias que aquí se prepara con ruibarbo), los braseados, los rellenos, las carnes envueltas en masa y el té.
Los croatas trajeron costumbres del mar, la pesca y el consumo del pescado; el secado en sal de pescado y cordero, la castradina, el pershut. En dulces, jrustulas y perchuratas.
Los españoles aportaron los cocidos, paella, callos, puchero, la empanada gallegos, los condimentos, el azafrán, las tortillas y el aceite de oliva.
Los franceses las salsas, las terrinas y la cocina elaborada, las mousse, los souflé, el paté.
Los italianos las pastas, la polenta, el cacao, el ahumado, el queso.
Y desde Chiloé llegó el curanto, las papas, los milcaos, los chapaleles y los jamones ahumados, en tanto que desde el resto del país las empanadas, las cazuelas, los tallarines con tuco, los arrollados, las frituras y tantos otros platos que hoy son parte de la cocina magallánica.
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